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 Four Elements

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Lady StormNight
Señora del Reino de la Noche
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Cantidad de envíos : 267
Fecha de inscripción : 13/04/2008

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MensajeTema: Four Elements   Four Elements Icon_minitimeVie Ago 29, 2008 1:22 pm

Capitulo 1

Aldana

Era noche cerrada. Aldana miraba la ventana con cara de preocupación. Las gotas de lluvia golpeaban el cristal con furia. Las nubes negras rozaban el suave vidrio donde la muchacha descansaba su delicado rostro, haciendo que éste se quedara con parte del helor. Aldana posó la mano en él. El frío le heló la sangre. La retiró enseguida. En su estado no podía caer enferma. Se alejó de la ventana y comenzó a andar despacio por la estancia. La suave túnica blanca de la joven rozaba el suelo a su paso. El único sonido de la estancia era el suave contoneo de la muchacha. Se paró en la parte más alejada de la estancia y miró la ventana. Sabía que no llegarían a tiempo. Se estaba haciendo de noche de nuevo. Se acercó de nuevo y apartó la cortina.

- ¿No ha llegado todavía? –Dijo una voz a su espalda. Denotaba preocupación.

Aldana se giró. Vio a una mujer alta, ,madura y esbelta. Los ojos negros de su madre se clavaban en ella como si quisieran trasmitirle todo el calor que desprendían.

- No madre- Contestó ella resignada.

- Aldana, hija mía, sabes que Eyael es uno de los mejores navegantes de la ciudad-Dijo mientras se acercaba a ella.

- Lo se madre –Dijo la chica apartándose de la ventana. Comenzó a andar por la estancia, nerviosa.
- Por favor hija, en tu estado…
- Madre, se lo que debo hacer.

Aldana era la R’Tiz, la sacerdotisa, era ella quien daba consejos a los demás. Ella sabía que no debía ponerse nerviosa en su estado. Pero, ¿acaso no entendía su madre que estaba preocupada por su amado?

- Tranquila Aldana...

< Mucho me ha costado llegar a ser lo que soy, y jamás perderé mi puesto por nada. Y esto… > Pensaba Aldana mientras posaba la mano sobre su vientre. < Es lo mejor que nos ha pasado, pero quiero que él vuelva, quiero compartirlo con él… >

Pero tenía un mal presentimiento. Y aquello nunca presagiaba nada bueno.

- Relájate Aldana…
- No puedo madre, hasta que no le vea entrar sano y salvo no podré.

Eyael

Eyael estaba conduciendo la nave. Miraba al horizonte. Las nubes no le dejaban ver nada. Sabía que se retrasarían de nuevo. No podía imaginarse volver a pasar una noche más lejos de ella, pero ¿qué podía hacer? Si seguía con aquellos pensamientos morirían. Los alejó de su mente. Era lo que tenía ser navegante. Las nubes cambiaban. Nunca eran las mismas. Ella lo había conocido siendo uno de los mejores navegantes de la ciudad. Y él tenía el “Apocalipsis”, tal y como había bautizado a su nave. Cruzaba las nubes desde el confín de los tiempos, y jamás lo había abandonado. Esta vez no iba a ser distinta.

Sabía que estaba cerca de su ciudad, Tizana. Lo notaba. Pero también sabía que con aquella tormenta debía disminuir la marcha. Debía ir más lento. Y tardaría como poco una jornada más.

- Aldana…-Susurró-Espérame…
- Ella te espera –dijo una voz tras de sí
- Lo se Almen, lo se…pero aún así, ella siempre está sola…
- Y ¿qué vas a hacer? –Dijo el chico rubio que lo miraba apoyado en uno de los mástiles principales-¿Dejar tu vida? ¿Dejar esto?

Eyael entornó sus ojos color avellana. Jamás había pensado abandonar su vida por Aldana. Ella no se lo perdonaría. Se mesó el cabello castaño.

- Jamás dejaría esto…
- Ella tiene también su vida, recuerda que es la sacerdotisa…nunca está en casa, tú también te sentirías solo allí– Dijo él en busca de unos argumentos que sonaran convincentes.
- Pero…ella es tan frágil…-un ruido le impidió acabar la frase. Miró alrededor intentando adivinar de donde provenía. Era un ruido atronador. Comenzó a correr por la nave mirándo por todas partes. No veía nada que pudiera darle una pista de lo que sucedía. Aquel sonido que te envolvía y te hacía estremecer. Se metía en tu cabeza haciendo que te volvieses loco. Aquel ruido que poco a poco acabó por transformarse en una suave melodía. Eyael no localizaba el ruido. No lo asimilaba. Pero le era familiar. Como una vieja cantinela que tenía en su cabeza. No podía pensar. Intentó alejarlo de su mente, sacarlo de su cabeza y fue ahí cuando se dio cuenta.

Una cantinela. Una canción que le era familiar. Provenía de todos lados. No era de un lugar en concreto. Se metía en tu cabeza y te volvía loco. Ya sabía a que se enfrentaba. Jamás había visto una. Jamás había tenía una delante. Pero había escuchado historias sobre ellas, había visto imágenes, había escuchado a su padre, a su abuelo Las sirenas. Seres despiadados.

Miró a Almen y le hizo una seña para que estuviera preparado. Tendrían problemas.
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